Juan José Luna es lo que se podría considerar un bohemio enamorado del teatro, director desde hace siete años, originario de Tepic, Nayarit y actual estudiante de Literatura en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), tiene un su haber un conjunto de experiencias, pasiones y proyectos que lo vuelven todo un personaje antes nómada, y el día de hoy local, digno de ser relatado y recordado.
Vestido con colores claros y un morral de piel que recuerda al colegial de otros tiempos, Luna esgrime su emoción y se convierte en otro (según sus propias palabras) al estar frente a la bocina de la grabadora momentos antes de que, quien relata, accionase deliberada el botón que contendrá en un mínimo espacio de audio, una conversación que sólo existirá una vez como tal en el tiempo y el espacio, lo demás es sólo la repetición gracias a la técnica.
Voy hurgando en su memoria, iniciando con un ¿Por qué el teatro? Y…con un suspiro y una ráfaga de emoción contenida responde: “Yo creo que cuando uno se inclina por una disciplina artística es casi arbitrario, es como la nacionalidad.” Indica como analogía en cuestión de que no puede ser elegido aunque cause orgullo pertenecer a ésta. “El teatro es casi igual, y digo que es una cosa arbitraria, en el sentido de que yo no elegí conscientemente sentirme atraído por el teatro y sus características, sus cualidades, sino que simplemente en algún momento de mi vida, algo vi en el teatro…que simplemente me atrapó” indica cual dulce sentencia.
Recordando que se trata de una pasión que se remonta a sus nueve años, en su natal Tepic, Nayarit, donde jugaba a hacer teatro con sus hermanos, inspirados por actores de funciones de carpa que llegaban cada temporada justo a un lado de su hogar. Posteriormente, indicó, a sus 27 años, Luna inició formalmente su carrera en el arte escénico en Tijuana, en el Centro de Artes Escénicas (CAEN) del Centro Cultural Tijuana (CECUT) y a más de 10 años de edificaciones de la dramaturgia, comentó que lo más significativo que se ha llevado ha sido la actividad en sí, ligada a la transformación de su vida.
“A partir de que empecé a hacer teatro -se detiene reflexivo- y puede sonar medio cursi la respuesta, pero francamente a partir de que inicié, yo empecé a vivir mi vida de una manera diferente.” Y añade como depurando un pasado que ha quedado lejano: Vivía por costumbre, por un “vivo por que ya estoy vivo” Entonces a partir de hacer teatro, empecé a mirar mi vida, a ser más consciente de qué se trata…todavía no sé de qué se trata -y vuelve a sonreír- Pero la vivo más profundamente.” puntualiza.
Continuamos la entrevista y al cuestionarle el por qué de la elección de la carrera de Literatura menciona que él era uno como muchos mexicanos que no leía y que le fue difícil crearse un hábito debido a los años en que no lo consideró importante. Confiesa entonces: “Cuando me metí a estudiar literatura fue porque, uno, quería disciplinarme y otra, porque quería convertirme en escritor. Esta idea ya la traía desde hace años, pero la había ignorado, lo quería ignorar, pensaba que eso era una cosa para otra gente”
Sin embargo agrega que, él sabía desde antes de ingresar que la Universidad no lo iba a convertir en ello, sino su esfuerzo y su fervor por las letras. “(…) La carrera sí me va a dar un contexto, me va a ubicar en todo, ya que estamos conociendo teoría, crítica, diferentes corrientes, y el punto del lenguaje, yo no había reparado en eso.”
Continuamos hablando de Literatura, su segunda e incipiente carrera, de la cual cursa el cuarto semestre, expresando lo que le parece más apasionante de ésta, todo con el énfasis de esas pocas cosas de las que se está completamente seguro en la vida: “Las diversas maneras en que se cuenta una historia”…Eso es, ni siquiera la historia en sí, sino las maneras en que son contadas, los recursos estilísticos que utiliza cada autor, eso no lo cambio por nada.”
Al preguntarle entonces si cree en la posibilidad de conjuntar en armonía a la Literatura y a su vocación primera, el teatro, responde como si se hubiese encendido una luz en su mirada: “Muchísimo, el primer acercamiento que tuve con un taller literario fue con el de “La vía del novelista” de Heriberto Yépez en el CECUT” Añadiendo que fue ahí donde descubrió su afán por homologar vocablos literarios y retóricos con cuestiones propias del arte escénico, ya que Yépez hablaba con una lengua interesante pero con términos que Luna desconocía.
“Para entender las cosas que me decía Heriberto, yo las traducía al teatro, todo lo estaba traduciendo automáticamente, en términos de todo, de estructura, de montaje de una próxima escena, en contenido, impulsos, intenciones. Todo lo que está en la literatura está en el teatro y no solo me refiero al teatro como literatura, que es la dramaturgia, sino al teatro como todo lo que es, todo lo que conlleva: escenario, director, trazo escénico, iluminación, vestuario…”
Habiendo dirigido más de siete obras dramáticas, entre las que se encuentran: El Viaje de los Cantores, Los monólogos de la vagina, Matilda, Nuk, y Paso del Norte, siendo estas tres últimas las que lo han dejado más satisfecho, Luna expuso el momento en el que descubrió que más allá de actuar, lo que quería era conducir la puesta en escena: “Cuando me di cuenta que realmente lo quería era dirigir fue cuando me sorprendí leyendo una obra dramática y ya no me imaginaba al personaje, sino me imaginaba resolviendo esta historia en el escenario, imaginando los gestos y acciones del actor.”
En términos de proyectos y planes, Juan José Luna comentó que además de iniciar por segunda ocasión el taller de actuación “El actor frente al texto”, comenzará a montar a partir del verano una obra a la que tentativamente llama “Los matados”, agregando que se encuentra en la búsqueda del reparto. “Necesito gente con la que no haya trabajado, quiero gente nueva (…) que está empezando, que quiera experimentar, que no se case con una sola idea, que quiera experimentar una y otra cosa” declara.
Poniéndolo en apuros al momento de solicitarle una descripción personal, pasamos a la siguiente pregunta, en la que se le cuestiona lo que más disfruta al momento de dirigir y el dramaturgo responde sonriendo hasta con la mirada: “Estas frases son clichés, son cursis pero es la verdad. Cuando estoy trabajando con un taller de actuación por ejemplo, o estoy en una obra de teatro, todo, todo se resume en el escenario. No existe nada más que lo que estoy haciendo ahí. Entonces, durante tres horas, estoy concentradísimo única y exclusivamente en eso que estoy haciendo, no sé, me imagino que es una especie de meditación, como un mantra, tal vez por eso que lo disfruto tanto.
Confesando que por varios años fue un personaje que vagaba por diversos puntos del país y en Estados Unidos en búsqueda de algo, aún oculto para él comentó lo aprendido: “Creo que darle rienda suelta a mis ánimos de andar de una ciudad a en otra, conociendo gente, conociendo lugares, y digo gente entre comillas porque ni siquiera he sido muy sociable, no soy alguien que ande con medio mundo, no, para nada(…)” Y continúa tras unos segundos de silencio en los que escudriño sus gestos: “Andar de un lugar para otro era parte de unas ganas, una necesidad de saciar una curiosidad, cosa que creo yo se refleja claramente en mis obras de teatro.”
Como contribución a su perfil profesional literario aún en formación, Luna se expresó como estudiante, explicando que no se puede exigir excelencia de parte de los profesores si los alumnos no lo son o no se comportan como tal. Por otra parte, en cuanto a su propuesta en la puesta en escena explica: “Pues mira, yo creo que la respuesta es la de prácticamente todos. Romper con el paradigma del montaje. Valerme de historias convencionales, pero darles cierto tono extraordinario.”
Ahora, este profundo admirador del escritor mexicano Juan Rulfo expresa su propia filosofía de vida a través de su frase favorita: “El verdadero milagro no es andar sobre el agua, sino sobre la tierra”, explicando que es su predilecta pues considera: “Yo no creo que sea nada fácil vivir, andar por la vida, vivirla. Quien pueda decir eso, quien se jacte de decirlo y lo diga con toda honestidad, pues yo creo que es porque no se ha dado cuenta dónde vive.” puntualiza.
Casi al finalizar nuestro encuentro pregunto al estudiante y maestro de la escena y de la retórica por sus sueños y aspiraciones, mientras él pierde su mirada hacia la ventana que tenemos del lado derecho del salón de clases, en el que hasta el momento nos refugiamos para conversar. Momentos después él responde: “Pues lo que mucha gente desea, vivir económicamente holgado, de lo que hago: el teatro y la literatura. Y tener lo suficiente para comprarme una casa en la playa y quedarme ahí seis meses del año.” Mientras le agradezco la atención y el concederme la entrevista regresamos a nuestro papel de compañeros; el entrevistado y la aspirante a periodista se esconden de nuevo en sus pequeñas cajas, se apaga la grabadora y mientras los dos reímos pareciera que su preciso y bello sueño se le escapara de las manos para dibujarse ante nosotros. Salimos del salón.
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